jueves, 22 de abril de 2010

Inciso 4






ESTE TEXTO ME LO HA ENVIADO CHARO:

Tu blog está teniendo en mí efectos colaterales inauditos, pues me he puesto a buscar a mi tía Jeanette, que así se llama mi tía de Tetuán, y de momento no la pillo en su piso. Es verdad que es muy habladora, tanto que cuando me llamaba, viviendo yo en Madrid, me acostumbré a hacer algo muy borde, que era, por ejemplo, dejarla hablando en el teléfono y hacer mientras yo la tortilla para la cena de Fabio. Luego volvía y allí estaba mi tía Jeanette, que no había percibido mi ausencia. Jose me decía que yo era una borde, pero eso nunca trajo problemas. Ella es una mujer admirable: nació en Francia, de ahí el nombre, era hija de una hermana de mi abuela paterna que emigraron de Riotinto a Francia. Luego su madre estuvo enferma, y ella cuidó de ella y de sus cinco hermanos varones en ese piso minúsculo de Tetuán. Lo que me impresionaba de pequeña es que esos hermanos hicieron fortuna, uno de ellos llegó a ser un empresario con un montón de inmuebles -edificios enteros- de su propiedad, pero a ella no la ayudaron a salir de la miseria. Sucedió que se casó con un hombre humilde y orgulloso a la vez, Eusebio, alguien a quien tú definirías como una persona con criterio, al que su hermano rico puso a descargar camiones y trató de manera humillante. Eusebio no aguantó; se despidió del trabajo y se metió a trabajar duro en una cantera de mármol de las afueras de Madrid durante toda su vida. Era un hombre interesante, que gastaba su tiempo libre yendo al museo del Prado una y otra vez, apreciando como un experto en arte las pinturas de los maestros. Me parecía alguien muy profundo, austero, marmolista pero interesado en el arte por encima de todo. Me parecía increíble que mi tía, con esos hermanos, siguiese viviendo allí, y que su hermano Emilio el ricachón, después de haber sido criado por ella y haber ascendido en parte gracias a ella, no les hubiese dado un puto piso en condiciones. Porque odiaba a ese cuñado pobre que le había plantado cara. Pero ella siempre justificaba estas actitudes porque los quería como la madre que fue para ellos. Y había tanta dignidad en esa casa pobre, y eran tan maravillosos sus cocidos, y ella tan generosa acogiendo a todo el mundo... Tuvo un hijo maravilloso, mi primo Fernando, al que recuerdo lleno de vitalidad. Murió por la heroína, pero ella crió a la niña que él dejó. Y luego la pequeña fue madre adolescente y también se metió con su niña en el piso de Tetuán. Por eso digo que hay mucho que aprender de esas mujeres. Y que tu blog me haya hecho pensar de nuevo en ella, a la que ví llorando de emoción cuando mis padres la llevaron, ya mayor, a conocer el mar en Punta Umbría...

Espero volver pronto y presentártela, aunque ahora su hija mayor se la lleva mucho a Palma.

Pero gracias, gracias por haberme hecho volver a mi tía, esa mujer especial y sobre todo bondadosa.
 
Charo

martes, 13 de abril de 2010

Tercer día: sobre la inminente extinción + Urban

Lo que hago aquí me da algo de complejo de españoles por el mundo, de programa de tele, de guía turística con aspiraciones entre ridículas y pretenciosas. Por otra parte, pienso que no está nada mal que, en lugar de buscar elementos con los que destacar (que es lo que hacemos parte de los que escribimos), procure no destacarme en absoluto, ser una española por el mundo (por Madrid en este caso), un programa de tele, un folleto, una guía turística con aspiraciones entre ridículas y pretenciosas.

En un post anterior mencioné un blog cojonudo, Urban Idade: memorias de las redes urbanas, que administra alguien que se hace llamar Enrique Fidel. Dije que, si me animaba, le escribiría. Pues bien, lo hice, y hubo suerte: hoy E. F., quien me ha dicho que le llaman K., pero que aquí será Urban, me ha llevado a dar un paseo por Tetuán.






Es raro quedar con alguien al que no has visto en tu vida. Yo sólo lo he hecho tres veces, y la sensación ha sido parecida: la de que un todo-siempre-extremo es posible (lo que no es extremo no acude a mi mente, que necesita de estímulos fuertes para mantenerse alerta).  Luego no ocurre nada extremo, aunque en esta ocasión el encuentro ha sido más que interesante. Urban es un gran conocedor de la parte norte de la ciudad. Dice que es porque siempre ha vivido allí. Se sabe la Historia, los nombres de los arquitectos, el tipo de población que ha rulado por los barrios. Me ha dicho: "Siempre hay algo que a primera vista te llama la atención, y eso no es ninguna casualidad". Cuando descubrí su blog pensé que sus fotos eran las que yo haría, y hoy me faltó gritar eureka, pues aquel pensamiento (o más bien visión)  no fue ninguna casualidad.

Además de lo catalogable en Wikipedia, archivos y demás, Urban es una suerte de descubridor  de lo extraño, de aquello en lo que nadie repara, de lo que está a punto de extinguirse, de lo precario, de lo que no es digno de mención. De lo que a mí me interesa. Su búsqueda es la de la identidad de los barrios, que es como querer guardar el agua entre las manos, especialmente en Madrid, donde no hay más política que la explotación. Es decir: la de conservar el centro y dejar que se degraden (para "mejor" construir) las zonas adonde no acuden ni turistas ni políticos. Dice Urban, a quien escriben casos desesperados e inútiles de gente que resiste en inmuebles que van a derruir, que no se trata de conservar por conservar, sino de respetar el territorio, de no dejar que se destruya. Si en lugar de echarlas abajo, se arreglaran las viejas construcciones, tal vez tendríamos una forma más saludable de habitar, y los barrios no darían la impresión de ser meros almacenes de cuerpos. 

La cita era en la esquina del McDonald's de Cuatro Caminos. No recuerdo bien el orden, y quizá trastoque un poco las palabras de Urban, aunque no me importa demasiado la precisión. Primero me ha señalado un edificio de ladrillo visto en la glorieta. "Eso sabrás lo que es", y yo he dicho "Sí", aunque no tenía ni idea. Llevo viendo ese edificio desde que llegué a Madrid, y nunca me he preguntado qué demonios alberga. Urban me lo ha dicho y, por supuesto, ya se me ha olvidado. No tengo retentiva de tipo enciclopédico y/o erudito y, repito, no pretendo aquí precisiones (eso me llevaría a tener que darle al Google todo el rato). Creo en cualquier caso que el arquitecto era el mismo que el de la Residencia de Estudiantes, Antonio Flórez Urdapilleta (cuya idea de la arquitectura era muy de la Institución Libre de Enseñanza), y el tipo de ladrillo un anticipo de lo que íbamos a ver en versión humilde, a saber: el ladrillo de hace algo más de un siglo, con el que los que emigraban a Madrid se construían, en ocasiones, sus propias casas, algunas de las cuales permanecen aún en pie (según Urban). Otro de los edificios de dicho arquitecto, muy parecido al Pabellón Central y al Trasantlántico de la resi, es el CEIP Jaime Vera, en Bravo Murillo:





Al lado otro edificio al parecer insigne, en el que yo no había reparado jamás, el antiguo cine Europa, que hoy es esto:





Callejeamos un rato. Primero vemos un acueducto que forma parte del Canal de Isabel II, y luego llegamos a la calle Avelino Montero Ríos, en la que Urban quiere mostrarme unos adosados de ladrillo que se conservan bien:





Me dice: "Fíjate en qué pequeño es el espacio". En la acera de enfrente han derribado uno de estos adosados para levantar un edificio moderno que me gusta porque rompe el entorno de manera constructiva, aunque por supuesto eso no es lo habitual. Ya en Fuencarral vi una construcción de este tipo, que no se encuentra por el centro, o no con este descaro. Supongo que es una alternativa al tipo de edificación masiva e insulsa de los barrios:




   


Callejeando un poco más, llegamos a otros dos modestos hitos:  la casa de Marceliano Santa María, un pintor que no vivía nada mal, y, si no me equivoco, un edificio de viviendas para obreros de la Constructora Benéfica, creo que en la calle Tenerife:







Nos colamos en el edificio de la Constructora Benéfica, que tiene un patio hermoso y carcelario:





El Tetuán más cercano a Cuatro Caminos es un batiburrillo de edificios de diversa índole que, en general, están bien conservados. Urban me dice que en los 60 el barrio estaba igual que en 1900, y que él aún recuerda cuando todo eran casas bajas, similares a estas de la calle Pinos Alta, donde había una academia de baile:


  


La degradación es mayor conforme subimos en dirección a Plaza de Castilla. Urban me habla de los edificios ocupados tanto por profesionales del asunto, los okupas, como por inmigrantes o familias. Tapiar las puertas y las ventanas no sirve de nada; la gente las rompe y se instala en las casas:



 





Este fenómeno es tan habitual que los inmuebles con pinta de estar desocupados tienen que poner carteles para avisar a los cazadores de techos:



Degradación a mansalva y un improvisado huerto comunal en un solar:
















Llegamos hasta La Ventilla, cuya historia está aquí.

Gracias, Urban.

lunes, 5 de abril de 2010

Inciso 3

Me cuenta Ángeles que Antonio López ha dicho en una entrevista reciente que lo que le inspira no es el centro de Madrid, sino la parte de la ciudad que toca con el "campo". Lo entrecomillo porque Madrid no colinda ya con el campo, sino con las carreteras. A pesar de esta objeción, si me preguntaran creo que diría lo mismo que el insigne pintor.

Esto es parte de lo que estoy escribiendo ahora:

"Mi situación económica no era buena. Había tenido que cambiar mi apartamento de Tirso por otro en Aluche, en lo alto de una cuesta en la que había un gran solar. Me habían dicho que aquel era el cerro desde el que Antonio López había pintado una de sus vistas de Madrid, pero lo único que encontré en mi búsqueda internauta fue un paisaje desde Vallecas y otro que rezaba “Madrid sur”, que no coincidía con lo que yo veía por la ventana. No obstante se le parecía mucho, sobre todo al subir del asfalto y de los tubos de escape esa nube cenicienta y achicharrante que se mezclaba con la luz del verano, y cuando iba a la terraza a tender la colada lo hacía con la convicción de que aquel era el punto exacto desde el que se desplegaba el sur de Madrid. Trabajaba en el salón de la casa, frente al océano de edificios de ladrillo rojo y encima del solar en cuyos mazacotes de tierra crecían jaramagos de un extraño amarillo, y todos los lunes llegaba a la séptima planta del Grupo Editorial para entregar los libros que corregía."

Por cierto, la cabecera de este blog está sacada de un cuadro de Antonio López: Vallecas desde el cerro del tío Pío (1980):