sábado, 27 de julio de 2013

La UVA de Hortaleza





 
 
 
Visité la UVA de Hortaleza el 10 de marzo. Al lado vive Julia.
 
Suelo llevar una pequeña libreta para tomar notas cuando alguien me pasea por su barrio, pero el 10 de marzo me fui a Hortaleza sin nada. Temí olvidar lo que me había contado Julia y me mandé por e-mail lo siguiente:
 
"Viviendas provisionales.
 
Montañas que eran escombros.
 
Quedan muelas (casas aisladas en solares).
 
No sabemos si son alquiladas o en propiedad.
 
Le Corbusier vino a verlas y les dio el visto bueno. Por eso los arquitectos se habían llevado las manos a la cabeza cuando planearon derribarlas y realojar: porque Le Corbusier había dicho que aquello sí a pesar de que eran infraviviendas con techos bajos (la hija de Julia tenía una amiga que vivía en una de esas viviendas, y le decía: "Mamá, si alzo el brazo toco el techo"). Son viviendas de paredes muy finas, mal aisladas del frío y del calor, que conforman patios de vecinos, hay mucha vida comunal.
 
Antes era un mercado de la droga. Pero los patriarcas dijeron que ya no más.
 
Ahí viven gitanos y familias venidas del campo que tenía que absorber la ciudad.
 
Mercadillo.
 
Se ve Sanchinarro.
 
Paredes sobre las que caen las plantas (¿tal vez lianas?).
 
Los realojos se hacen sin echar a la gente de sus casas, así que hay que encontrar huecos en el barrio".
 
Durante el tiempo que he estado planeando escribir este post, la imagen de Le Corbusier entrando en las viviendas de la UVA me parecía tan improbable que pensé que había escuchado a Julia mal, y que no había sido Le Corbusier el visitante, sino algún discípulo influyente. Más tarde pensé que fue esto último lo que me contó Julia, pero que mi memoria, para fijar el dato, necesitó cambiarlo por Le Corbusier para que la anécdota fuera más sabrosa.
 
Hay otro elemento extraño en las notas. Se trata de un gazapo que sucede a "Paredes sobre las que caen las plantas", a saber: "¿tal vez lianas?". Creo estar segura de que quise decir "hiedra", pero cuando las plantas crecen en vertical pienso en lianas por las películas de Tarzán, de Indiana Jones, de aventuras en la selva.

Lo que realmente ocurrió en la UVA, acrónimo de Unidad Vecinal de Absorción, fue esto: en los años sesenta del siglo pasado los poblados de las Ventas y La Elipa tuvieron que desmantelarse porque se proyectaba ampliar la M-30. En 1963 se construye la UVA, un conjunto de viviendas  provisionales (no iban a durar más de cinco años), para realojar a la gente de los poblados. Y es aquí donde entra Le Corbusier: la UVA fue señalada en el X Congreso de la Unión Internacional de Arquitectos de Buenos Aires como un ejemplo de alternativa "humana" al chabolismo (aquí la fuente: http://elpais.com/diario/2005/04/01/madrid/1112354670_850215.html). En el jurado que convirtió a la UVA en un ejemplo estaban Le Corbusier y Louis Khan, y según la fuente citada la UVA es ejemplar por estas razones:

"Su original concepción, inspirada en el espíritu y los valores de la arquitectura popular meridional; los materiales utilizados -permanentes y no provisionales o prefabricados, como quería el encargo inicial-, así como los equipamientos sanitarios de que fueron dotadas sus viviendas, más allá también de las previsiones iniciales; su propio diseño y organización, influidos por las ideas racionalistas, hacen de esta UVA un barrio y conjunto muy singular en la arquitectura y el urbanismo madrileños de la época. Formado por bloques de dos alturas, rodeados de amplios corredores abiertos y con un tratamiento paisajístico inusitado entonces para este tipo de viviendas, el barrio -pese a su degradación actual- expresa una forma de generar cohesión social".

Así las cosas, parece en principio razonable que unas viviendas concebidas para ser derribadas en poco tiempo terminen conservándose. Sin embargo, la realidad no es tan idílica como la pinta el mentado artículo de El País, donde el "pese a su degradación actual" está dicho en voz baja. Quien firma parece estar del lado de la arquitectura que la autoridad ha considerado ejemplar, y que ha propiciado que unas viviendas pensadas para su pronta demolición (si eres alta y alzas el brazo tocas el techo, según la hija de Julia) sigan siendo el hogar de muchas personas que se instalaron allí con la idea de provisionalidad. A estas personas, y debido a la degradación de unas viviendas que no fueron concebidas para durar más de cinco años, se les lleva prometiendo un realojo desde 1994. El realojo iba a finalizar en 2002, pero a día de hoy ni siquiera se ha realizado la mitad del plan.  En un artículo publicado en www.20minutos.es se habla del reconocimiento de la Unión Internacional de Arquitectos como un "regalo envenenado", pues la distinción ha obligado a conservar parte de los bloques y a retrasar los realojos.

¿Qué habría pasado si el jurado en el que estaban Le Corbusier y Louis Khan no hubiese reconocido a la UVA como ejemplo de nada? La pregunta apunta a un debate que forma ya parte de la idiosincrasia española: ¿por qué esta obediencia primero al no valorarnos por sistema y después a valorar lo que viene de fuera también por sistema?

Hay quien sufre en sus carnes esta parálisis debida a la falta de criterio. Si la UVA era todo un ejemplo, ¿por qué no mejorarla en lugar de dejar que las viviendas se degradasen? Y si no era para tanto, ¿por qué obedecer a una distinción?

Esto es lo que queda de la UVA de Hortaleza:


























































Yo caminaba detrás de Julia, y cuando nos acercábamos a las colonias de casas, ella se apartaba y yo me asomaba a las angostas calles delimitadas por las hileras de inmuebles. Estas calles parecen patios; a Julia le daba pudor, o respeto, entrar y echar fotos. Yo soy menos pudorosa, o más irrespetuosa, así que eché unas cuantas. Julia ha sido mi alumna. Ese día avanzaba con la misma rapidez de movimientos que desplegaba en clase: incluso cuando estaba sentada y quieta se le notaba siempre el nervio y el gusto por ejecutar. Por cumplir objetivos. En nuestra excursión no vagamos por el barrio, pues ella tenía claro lo que debía enseñarme y disfrutaba yendo por orden: primero la colonia, luego el solar donde quedan las muelas, esto es, viviendas sueltas, algunas deshabitadas y sin paredes; otras con inquilinos, en cuyas medianeras hay pintadas que rezan "Vivienda habitada" para que las máquinas no las echen abajo.











































En mitad del solar había un sillón chamuscado. Todavía estaba caliente. Julia lo tocó. En verdad lo que recuerdo es que Julia se sentó, pero ahora me parece que eso es imposible, pues el chasis se habría venido abajo y Julia se habría quemado. Por otra parte, me parece congruente con el carácter de Julia que hubiera tomado asiento. Julia se va sola a subir montañas sin miedo a perderse. Disfruta mucho del vino, es poco contemplativa, se le da bien la gente, se iba de marcha con Luis Claramunt y cuando nació su hija escuchó el rugido de un león. Antes trabajaba en la tele y ahora está prejubilada. Ese día me dijo que le gustaba Hortaleza porque el barrio es tranquilo. Por algunos comentarios que me hizo sobre el vecindario deduje que también le gustaba lo que el barrio le permitía: asomarse a la vida de los gitanos, por ejemplo. Vive en un piso muy alto; antes de subir me llevó a un mercadillo y a una montaña que antes eran escombros, y sobre la que ahora crecen la yerba y los jaramagos. Julia llevaba un tiempo observando cómo se las apañaban unos hombres, presumiblemente rumanos, que habían construido una chabola en el declive de la montaña-escombrera, frente a la que pasa la M-40. Ahora esos hombres iban de un lado al otro del declive. Cuando nos cansamos de mirar las idas y venidas de los hombres subimos a casa de Julia y comimos alcachofas a la plancha y arroz chino. Frugal, rico, rápido.

Gracias, Julia.